Jorge Muzam
Cada 8 de diciembre se realiza en San Fabián de Alico la Procesión de la Purísima, también llamada celebración de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, tradición católica de larga data en nuestra comuna, y que se realiza también en otros santuarios del país.
La procesión involucra sacar del templo la imagen de la Virgen y realizar un recorrido por las calles del pueblo, instancia en la que cientos de fieles escoltan la figura y realizan tradicionales saludos con pañuelos blancos mientras rezan el Rosario.
En el caso de San Fabián de Alico, acompaña la procesión una caravana de carros alegóricos alusivos a la celebración, con vecinos vestidos a la usanza de los tiempos bíblicos.
Esta especial devoción sanfabianina a la Virgen María quedó explicitada para la posteridad el año 1906, cuando la comunidad católica local ofrendó a la comuna la monumental imagen que se encuentra a la entrada del pueblo.
La Inmaculada Concepción de María, conocida también como la Purísima Concepción, es un dogma de la Iglesia católica proclamado el 8 de diciembre de 1854 en la Bula Ineffabilis Deus (en latín, 'Inefable Dios'), por el papa Pío IX.
Este dogma, que tiene categoría de declaración ex cátedra, lo que significa que para la Iglesia católica se trata de una declaración infalible pues queda incluida en el magisterio extraordinario de la Iglesia, sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo.
La definición del dogma dice lo siquiente:
[...] Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.
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