Doña Irma Sandoval y sus recuerdos de la vida en la cordillera / Mujeres sanfabianinas

Sra. Irma Sandoval dando de comer a sus gallinas. (Sector Pichinal)

Jorge Muzam

Hemos mantenido largas conversaciones con doña Irma, querida vecina de nuestra comuna que alberga infinidad de recuerdos de la cordillera y de los sectores bajos de El Valiente, El Palo y Pichinal, lugar este último donde se establecieron junto a su esposo hace 25 años.

La Sra. Irma es una de esas mujeres de San Fabián que saben hacer de todo. Nacida y criada en la cordillera, aprendió desde pequeña la multiplicidad de oficios que demanda el vivir en un lugar tan alejado de los centros urbanos. Tejer a palillo. Criar chivos, gallinas y pavos. Sabe de plantas medicinales. Sabe leer el tiempo. Preparar aromáticos mixtos para el mate. Confecciona ropa. Prepara lana para tejer mantas, frazadas, bufandas, chalecos, calcetines, gorros. También aprendió a hacer bellas prensiones adornadas con flores bordadas. Las prensiones son las alforjas que se llevan junto a la montura y donde van los alimentos esenciales para el viaje. Yerba, azúcar, harina tostada, tortilla. A veces un ají. A veces un trozo de gallina cocida o un pedazo de queso. 

Doña Irma nació el 15 de noviembre de 1943. Su nombre completo es Irma de la Cruz Sandoval Villalobos. Es hija de don Segundo Genaro Sandoval Mardones y de doña María Leonor Villalobos Concha.

Recuerda la dureza de la vida en la cordillera. No había comodidades. Nevaba mucho. Amanecía y se oscurecía nevando. Los caminos se volvían dificultosos hasta para los caballos. Había que estar continuamente descargando las casas de tanta nieve. 

Eran varios hermanos y gran parte de la vestimenta la confeccionaba su madre a partir de géneros que se compraban cuando bajaban al pueblo. Su madre tejía a palillo y tenía una máquina de coser en la que costuraba para su familia y también para otras personas.

Doña Irma guarda numerosos recuerdos de la cordillera. Muchos de ellos entrañables, como la vida amistosa que se practicaba. La gente se visitaba mucho. A cualquier hora. A veces se quedaban hasta el día siguiente. Y siempre era una felicidad. Se atendía con lo que se tenía. Mate, tortillas, minguillao, caña dulce, mote y panaillas. Como había harta pera en la cordillera, mucha gente hacía orejones y preparaba panaillas.

Se celebraban fiestas religiosas. Las Cármeles, San Juan, había preparación, se juntaban en las casas, se rezaban las novenas.

Junto a su esposo, don Ramón Nonato Labrín Ramírez, van a cumplir sesenta años de casados. Gran parte de esos años han vivido en la cordillera de San Fabián de Alico, dedicados principalmente a criar animales, a hacer pequeñas huertas. Su esposo ha sido arriero y conoce la cordillera como la palma de su mano.

Doña Irma está agradecida de la vida. "Gracias a Diosito", como ella dice. Siente que tanto esfuerzo ha valido la pena, sobre todo porque ella y su marido gozan de buena salud a sus años, tienen un hogar confortable en el sector Pichinal donde reciben a menudo gratas visitas, tienen muchos sobrinos y ahijados que se preocupan de ellos y sienten que en general la gente los quiere y respeta.

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